21 noviembre 2019
Detrás de esta palabra, a priori tan rebuscada, se esconde un concepto sencillo, claro y conciso… el ikigai es el “propósito de vida” o la “razón de ser” que todos tenemos, o deberíamos tener, para levantarnos cada mañana.
Nace en la isla japonesa de Okinawa. En este lugar se encuentra una de las poblaciones más longevas que existen en nuestro planeta, por ello hace tiempo se comenzaron a estudiar los secretos que guardaban sus habitantes para sobrepasar, un porcentaje muy elevado de ellos, la centena de años. Las conclusiones fueron que, aunque eran varios los factores que conseguían esa sorprendente longevidad media, uno de los que más se repetía en boca de los mismos habitantes de Okinawa era “la razón por la que se levantaban por las mañanas, las cosas que hacen que la vida valga la pena”; el ikigai.
Cuentan que todo el mundo debería tener uno y que encontrarlo exige una profunda y prolongada exploración personal. Es necesario mantener un estado mental concreto, efectuar una serie de rutinas y realizar en nuestra vida las actividades que nos satisfacen, las que verdaderamente consiguen que “esta fiesta" merezca la pena y que, obviamente, dependerá de las respetables inquietudes y gustos de cada persona.
Las rutinas, leyes, normas o pautas que hay que cumplir para poder llegar o por lo menos tender a él se pueden resumir en:
- Encontrar nuestra pasión. Este es el paso más importante para alcanzar el ikigai, aunque no parezca fácil, hay que encontrar unos sueños que perseguir, unas ilusiones que tener y unos proyectos por los que luchar, algo que nos motive cuando las cosas no nos van bien dadas. Se puede vivir sin ellos pero obviamente resulta muchísimo más gratificante hacerlo en su compañía.
- Mantener actividad física y mental y una alimentación equilibrada. Cada persona tendrá que organizar su agenda y sacar hueco para tener una actividad física continuada y acorde con su edad y condición que junto con una alimentación equilibrada ayudará enormemente a nuestro objetivo. De la actividad mental tampoco creo que haya dudas de que es imprescindible mantenerla en activo, salvo que prefiramos ser amebas nuestra cabeza debe estar en funcionamiento, a poder ser con planteamientos positivos. En definitiva se acerca mucho al concepto de “mens sana in corpore sano y bien alimentado”.
- Conectar y compartir tu vida con los demás. En Okinawa piensan que la soledad no favorece el ikigai e invitan a compartir nuestras actividades y nuestra vida en general con la pareja, familia, amigos… Aunque parezca una frase extraida de un libro de autoayuda, piensan, y sinceramente pienso, que hay que rodearse de personas que sumen, a las que también podamos aportar y con las que compartamos tiempos, espacios, charlas, sensaciones y sentimientos, todo ello engrandece el alma y, sin saber ni ser de Okinawa, seguro que eso le va fenomenal a nuestro organismo y al ikigai.
- Tomarnos la vida con calma (o al menos con más calma de lo que nos la tomamos). Las prisas no son buenas compañeras de viaje y como dice Victor Küppers, vamos por la vida como pollos sin cabeza, en ocasiones, muchas, sin pararnos a pensar ni hacia dónde vamos, inmersos en una inercia y en una espiral que no hace que lleguemos a los sitios, ni a las personas ni antes ni mejor. No digo que debamos ser como un koala en su eucalipto pero tampoco estar en una continua carrera contra el tiempo, hay que intentar disfrutarlo no simplemente pasarlo e incorporar en la medida que podamos la calma y la serenidad a nuestro particular y vertiginoso mundo.
- Sonreír, ser positivos y agradecidos. Con una sonrisa movemos muchos músculos, más de los que pensamos, y además los profesionales clínicos dicen que libera endorfinas, serotonina y otros analgésicos naturales, reduce los niveles de las hormonas causantes del estrés y disminuye la presión arterial, en definitiva es un fantástico fármaco natural que podemos generar y hacer uso de él a demanda simplemente sonriendo. Por mal que nos vaya, o que pensemos que nos va, no hay razones para no sonreír y tampoco las hay para no ser positivos, o al menos más positivos. Si somos positivos nuestro cuerpo y nuestra mente será capaz de enfrentarse con muchas más posibilidades de éxito a los problemas y las vicisitudes que nos plantee la vida. Y finalmente, hay que ser agradecidos con todo y con todos, por pequeño que sea. En la vida damos muchas cosas por hecho y seguro que nos sentiríamos mejor si fuéramos mas agradecidos con todo. El mero hecho de levantarnos por la mañana ya es una suficiente razón para ser agradecido. Dicen que no sabemos lo que tenemos hasta lo que lo perdemos, seamos agradecidos antes de que lo perdamos, si llegara a darse esa circunstancia. La gratitud es una emoción positiva y siempre nos va a hacer sentir bien, por ello seamos agradecidos.
- Vive el presente. Debemos aprender a disfrutar del presente, de lo que sucedió solo podemos aprender y de lo que suceda ya nos ocuparemos cuando llegue, podemos pensar en el futuro pero debemos vivir y disfrutar del presente, todo lo que tenemos es el aquí y el ahora, no dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy. No dejes pasar nunca un abrazo o un te quiero, y como decía Mahatma Gandhi: "Vive como si fueras a morir mañana... aprende como si fueras a vivir siempre". Y sobre todo que ni el pasado ni el futuro condicione nuestro presente.
Seguro que a estas alturas te haces una idea bastante certera de lo que significa, pero seguro que te ayuda a entender mejor si cabe el concepto este sencillo gráfico de intersección de conjuntos, donde el ikigai será el área donde convergen pasión, misión, profesión y vocación.
El concepto, viendo el gráfico, parece bastante tangible e incluso lógico, además este será diferente para cada uno de nosotros. Para algunas personas el motivo para levantarse por las mañanas con ganas, ilusión y fuerza será su familia, para otras su trabajo, para otras sus aficiones… pero todas serán personales, intransferibles y sobre todo respetables.
Soy muy defensor de buscar la felicidad en esta vida, del concepto y filosofía de que estamos aquí para ser felices y no para ser perfectos. Francesc Miralles, coautor junto con Héctor García del libro “el método ikigai”, nos cuenta que el objetivo último del ikigai no es la felicidad, “es identificar aquello en lo que eres bueno, que te da placer realizarlo y que, además, sabes que aporta algo al mundo. Cuando lo llevas a cabo, tienes más autoestima, porque sientes que tu presencia en el mundo está justificada. La felicidad sería la consecuencia”.
La palabra mágica de hoy, ikigai aporta una nueva visión en la carrera hacia la felicidad, ya que la transforma conceptualmente de objetivo a consecuencia, el hecho de encontrarlo nos ayudará a sentirnos mejor con nosotros mismos y ese sentimiento se transformará en felicidad, que al final es lo que buscamos todas o casi todas las personas.
El escritor norteamericano Tom Peters sugiere que “no nos levantemos de la cama si nuestro motivo no es extraordinario”. Yo soy partidario de buscar, construir o inventar ese motivo extraordinario, ese ikigai del que he hablado pero además, como no soy de Okinawa, debo reconocer que también lo soy de optimizar nuestra vida haciendo extraordinarios todos los motivos ordinarios que tengamos.
Si por lo que nos cuentan los okinawenses, tener un ikigai nos hará más longevos y además más felices, vamos a por el. No?
Rafa Martínez