Como primera entrada del blog fabricando sueños, en la nueva etapa de la web de ronda de la fortuna que ahora comienza, he elegido un cuento japonés extraído de la cultura zen y transmitido de generación en generación, en el que nos hablan del singular proceso de crecimiento del bambú japonés.
“Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, dos agricultores caminaban por un mercadillo cuando se pararon justo ante el puesto de un hombre que vendía semillas. Se sorprendieron cuando vieron unas que nunca antes habían visto.
Uno de ellos preguntó al vendedor qué semillas eran aquellas, a lo que el mercader le respondió que eran semillas de bambú, unas semillas sumamente especiales que venían del lejano Oriente.
Intrigado y con muchísima curiosidad, el agricultor no pudo contenerse y le volvió a hacer una nueva pregunta: “¿y por qué son tan especiales estas semillas?”. El mercader le animó a llevárselas, advirtiéndole que lo averiguaría sin mucha complicación, puesto que solo necesitaban abono y agua.
Finalmente la curiosidad se impuso y los dos agricultores decidieron llevarse a casa las semillas de bambú. Las plantaron, las regaron y las abonaron siguiendo estrictamente todas y cada una de las instrucciones que les había dado el vendedor.
Tras pasar un tiempo no muy largo, los dos agricultores estaban algo incómodos y apesadumbrados porque el resultado no había sido el esperado: las semillas apenas crecían. Fue entonces cuando uno de los agricultores le dijo al otro que estaba pensando que el mercader les había engañado. Tal era su enfado que finalmente se planteó no seguir regando las semillas ni abonándolas.
Pero el otro agricultor, sin embargo, pensó que no tenía nada que perder, de forma que decidió hacerse cargo y seguir manteniendo las semillas: cada día volvía a regarlas y abonarlas con mimo. Y, así, el tiempo pasaba pero aquello continuaba sin dar sus frutos.
No obstante, un buen día, cuando el agricultor estaba a punto de tirar la toalla y dejar de cultivarlas, se sorprendió al encontrarse que el bambú había crecido alcanzado una altura de 25 metros en apenas 5 semanas…”
El protagonista del cuento, el bambú japonés, se caracteriza entre otras cosas por ser extremadamente fuerte y poder sobrevivir en cualquier circunstancia o aguantar el clima más extremo. También esta singular planta es una de las más lentas en crecer de todo el mundo. El bambú tarda en desarrollar su complejo sistema de raíces siete años y hasta ese momento no se manifiesta en la superficie, pero una vez alcanzado ese punto, en solo seis semanas, crece más de 30 metros, y aunque lo cortes, volverá a crecer lo mismo todas las veces que lo hagas… Ha tardado mucho en preparar su “interior” pero una vez finalizado es prácticamente “indestructible”.
Este cuento, como la gran mayoría de los relatos que podemos encontrar en la cultura popular, nos proporciona una interesante moraleja de cómo nos deberíamos preparar para la vida y de cómo deberíamos enfrentarnos a determinadas situaciones “de y en” la misma.
Si optamos por prepararnos a conciencia, forjando una buena base interior con trabajo, constancia, perseverancia y paciencia veremos los resultados que, aunque como el bambú tarden tiempo en aflorar, serán a buen seguro, muy eficientes, provechosos y sólidos.
Esa preparación no se corresponde únicamente al ámbito académico, lo que somos hoy es producto de todo lo que nos ha ocurrido en el pasado y eso incluye nuestra preparación, experiencia, errores y problemas a los que nos hemos enfrentado, en definitiva, nuestra vida. Y solo nosotros sabremos lo que ha costado tejer esa red de raíces que consiguen o conseguirán hacernos “indestructibles”.
Seamos como el bambú, fuertes, ligeros y resistentes pero a la vez trabajemos nuestra capacidad de adaptación y seamos también todo lo flexibles, transigentes y empáticos que podamos ya que estas características no olvidemos que serán un complemento imprescindible para ser un buen bambú.
Y para terminar pienso que debemos tener perseverancia, constancia y paciencia y si todavía no hemos llegado a lo que esperábamos conseguir, no debemos perder la esperanza y la ilusión, quizá seguimos echando raíces y será solo cuestión de tiempo llegar a nuestro anhelado objetivo…
Rafa Martínez